La tensión política en Nepal alcanzó un nuevo nivel de violencia luego de que grupos de manifestantes incendiaran las residencias de al menos tres políticos locales, en protesta por lo que consideran un gobierno incapaz de atender las crecientes crisis económicas y sociales.
Los disturbios se desataron en diferentes provincias del país, donde centenares de inconformes se concentraron frente a las viviendas de legisladores, a quienes responsabilizan por la falta de empleo, la inflación y la parálisis política que ha bloqueado acuerdos en el parlamento. En algunos casos, las fuerzas de seguridad no pudieron contener a las multitudes, lo que permitió que los ataques derivaran en incendios.
El gobierno nepalí calificó los hechos como “actos de terrorismo interno” y anunció que desplegará al ejército en las zonas más conflictivas. Sin embargo, organizaciones civiles señalan que la represión no resolverá el malestar de fondo y acusan al partido gobernante de haberse desconectado de las necesidades de la población.
Analistas internacionales advierten que la ola de violencia refleja un descontento acumulado por años de inestabilidad política. Aunque Nepal adoptó una nueva Constitución en 2015 y ha celebrado elecciones democráticas, los ciudadanos siguen enfrentando desigualdad, corrupción y falta de oportunidades, factores que ahora detonan episodios de violencia contra los representantes del poder.