En la mayoría de los hogares conectados, hay una voz que responde sin cuestionar. Siri, Alexa, Cortana… todas con nombre de mujer, todas diseñadas para servir. No es casualidad. Según estudios de empresas tecnológicas y análisis académicos, los usuarios prefieren voces femeninas porque las perciben como más amables, empáticas y menos autoritarias. Pero esa preferencia no es neutra: está cargada de historia, estereotipo y poder.
La Unesco lo dejó claro en su informe I’d blush if I could (2019). El título proviene de una antigua respuesta de Siri cuando recibía insultos: “Me sonrojaría si pudiera”. Aunque Apple modificó esa frase por una más neutral (“No sé cómo responder a eso”), el servilismo programado sigue intacto. El informe denuncia que los asistentes virtuales femeninos refuerzan estereotipos de género y reproducen dinámicas de obediencia. Fuente: UNESCO, 2019
Este fenómeno no se limita a los asistentes conversacionales. También se extiende a los sistemas de navegación. Waze, Apple Maps, Google Maps… ¡todos ofrecen voces femeninas por defecto! La voz que guía, que corrige, que recalcula, también es mujer. Y aunque algunos sistemas permiten cambiarla, la elección inicial refuerza la idea de que la orientación, el acompañamiento y la corrección deben sonar como una mujer.
Según Clifford Nass, profesor de Stanford y autor de The Man Who Lied to His Laptop, “el cerebro humano está desarrollado para gustar de las voces femeninas”. Su investigación muestra que tanto hombres como mujeres prefieren voces femeninas en interfaces tecnológicas, por considerarlas más agradables y confiables. Fuente: Clifford Nass, Stanford University
Un estudio citado por Portafolio y National Geographic indica que los usuarios confían más en voces femeninas para recibir consejos sobre medicación, percibiéndolas como “más benévolas” que las masculinas. Fuente: Portafolio, 2023
Además, investigadores de la Universidad de Fudan (2022) encontraron que las voces femeninas en sistemas de navegación pueden alterar el comportamiento de los conductores masculinos, incitándolos a tomar decisiones más arriesgadas. Fuente: Fudan University, 2022
El contraste con HAL 9000 —la legendaria inteligencia artificial de 2001: Odisea del espacio— es revelador. HAL no era cálido ni servicial. Era racional, autoritario, inquietante. Su voz masculina, interpretada por Douglas Rain, fue elegida por Kubrick por su acento canadiense “sin región”, ideal para una máquina pensante. HAL no obedecía: controlaba. Cuando Dave Bowman lo desconecta, HAL canta “Daisy Bell”, la primera canción que una computadora entonó en 1961, programada por IBM. Fuente: Computer History Museum
Hoy, los asistentes virtuales no cantan al morir. —¿realmente mueren?— No tienen infancia ni conflicto. Pero sí tienen voz. Y esa voz, casi siempre femenina, nos acompaña sin que la cuestionemos. Brenda Aguirre, especialista en tecnofeminismo, lo resume así: “La estructura de género bajo la que vivimos también afecta el desarrollo y la codificación de la tecnología. Estos aparatos reproducen estructuras de poder.” Fuente: Brenda Aguirre, entrevista en Código IA, 2023
La pregunta no es solo por qué tienen voz de mujer, sino qué funciones cumplen. ¿Siri es una secretaria? ¿Alexa una cuidadora? ¿La voz de Waze una madre que guía? ¿Y qué dice eso sobre cómo imaginamos el rol de lo femenino en la tecnología?
Desde una mirada crítica, esta feminización revela una tensión entre utilidad y representación. ¿Puede una asistente virtual ser feminista? ¿Puede tener agenda sin dejar de ser funcional? ¿Y qué estética permitiría que la tecnología deje de reproducir roles y empiece a cuestionarlos?
Quizá el futuro no esté en cambiar la voz, sino en cambiar el guion. En diseñar asistentes que no solo respondan, sino que comprendan. Que no solo organicen, sino que acompañen. Que no solo obedezcan, sino que propongan.