Bolivia afrontó unas elecciones presidenciales emblemáticas el domingo 17 de agosto. Por primera vez, desde 1982, ningún candidato logró mayoría suficiente para ser declarado ganador. El centrista Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano, se posicionó en primer lugar con aproximadamente 32 % de los votos, seguido por el expresidente de derecha Jorge “Tuto” Quiroga, que obtuvo cerca de 27 %, lo que originará una segunda vuelta el próximo 19 de octubre.
La elección representa un duro golpe al Movimiento al Socialismo (MAS), partido que gobernó Bolivia durante casi veinte años. Su candidato oficial, Eduardo del Castillo, apenas alcanzó el 3 %, y su figura histórica, Evo Morales, no participó en la contienda y promovió el voto nulo, que alcanzó un notable 19 % del total; una cifra sin precedentes que superó incluso al desempeño de algunos candidatos.
Este giro político ocurre en medio de una profunda crisis económica nacional: inflación cercana al 25 %, escasez de combustible y falta de divisas. Estas condiciones deterioraron la confianza en el MAS y propiciaron el surgimiento de una alternativa más moderada y orientada al mercado. Paz se presenta como un cambio inclusivo, mientras que Quiroga aboga por reformas de corte liberal y estrecha colaboración con organismos internacionales.