Plumas Culturales

Hablemos de microviolencias (aunque incomode)

Por el Maestro Villavicencio de la Garza

En un post-it amarillo: “Favor de meter los oficios en los folders.” No había saludo, no había firma, no había contexto. La instrucción parecía venir no de la directora general, sino de su asistente. Y aunque el contenido era simple, el gesto detonó algo más profundo: una fractura silenciosa en el clima laboral.

No fue el post it, tampoco fue la tarea. Fue la forma. No fue el tono subrepticio, ni la jerarquía. Fue la omisión del respeto.

Ese tipo de gestos, aparentemente insignificantes, son lo que hoy se reconoce como microviolencias: formas sutiles, cotidianas y normalizadas de agresión que no gritan, pero desgastan. No hay expediente, no hay denuncia formal, no hay protocolo que las registre. Pero existen. Y se repiten.

Qué son las microviolencias -sin sonar a manual-

La UNAM las define como “actitudes cotidianas y sutiles de agresión, normalizadas por la sociedad, que refuerzan estereotipos de género, afectan la autoestima y autonomía de quienes las sufren”. La Universidad de Colima las describe como “formas de poder que muchas veces pasan desapercibidas por quienes las ejercen y por quienes se ven sometidos ante ellas”.

Desde el ámbito laboral, Alma Consultores las nombra como “acciones y actitudes indetectables, pero dañinas”, que generan ambientes tóxicos y desgaste emocional.

No se trata de grandes violencias. Se trata de gestos que desautorizan, silencios que excluyen, informalidades que humillan, omisiones que pesan. Se trata de la cultura institucional que permite que el desprecio se camufle de rutina.

Cómo se identifican (sin pedir permiso)

Las microviolencias no siempre se ven, pero se sienten. Se filtran en los pasillos, en los correos, en las reuniones. Se manifiestan en:

• Instrucciones que omiten el reconocimiento del rol

• Tareas que se exigen sin respeto por la jerarquía (o a la inversa)

• Comentarios que descalifican sin ser explícitamente ofensivos

• Exclusiones sistemáticas de decisiones, espacios o créditos

• Gestos que transmiten desdén, indiferencia o desprecio

No hay formato para denunciarlas, no hay un buzón para decir “esto me hirió” —aunque suene a drama— Pero queda en la memoria, desgasta y puede generar cierto resentimiento.

Cómo se sobrevive(sin institucionalizar el silencio)

Sobrevivir a las microviolencias no es solo resistir. Es nombrarlas. Es documentarlas. Es compartirlas. Es transformarlas. Durante años se nos enseñó que “así es el trabajo”, que “hay que aguantar”, que “no hay que hacer drama”. Pero no es drama. Es estructura. Y si no se nombra, se institucionaliza.

Qué deberían hacer las instituciones (si quisieran hacerse cargo)

El protocolo de violencia laboral en México aborda el hostigamiento y el acoso sexual. Pero no contempla las microviolencias como categoría específica. No hay espacio para registrar el gesto que desautoriza, la instrucción que humilla, la omisión que excluye. Quizá sea necesario un nuevo protocolo, uno que:

• Reconozca las microviolencias como forma de desgaste institucional

• Establezca canales informales de escucha y reparación

• Capacite en comunicación respetuosa, sin desdibujar jerarquías

• Documente sin convertir todo en denuncia formal

Porque el respeto no se mide solo por el cumplimiento de funciones. Se mide por el gesto, el tono y la forma, aunque se lea muy piki.Por cierto, este autor también está dentro del sistema.

Mientras escribía este texto, lancé una ironía a otra persona en el chat, no fue insulto, fue una broma, para “darle su madracito”, pero genera distancia e incomodidad. Y también fue microviolencia, no me había dado cuenta. Es fácil hablar de microviolencia cuando uno la padece. Más difícil cuando uno la ejerce. Y más aún cuando no se nota.

No el que está en el manual, sino el que se filtra en el lenguaje, en el gesto, en el humor. Incluso pienso que forma parte de las complejas relaciones humanas.Pero mientras tanto, que se haga justicia contra las microviolencias…en los bueyes de mi compadre.

Hípertexto: Gracias al Doctor Chinin que sirvió como fuente de inspiración para este texto.

Fuentes verificables: UNAM – Microviolencias y manipulación emocional. Universidad de Colima – Microviolencia: el poder que no se ve Alma Consultores – Microviolencia laboral. Gobierno de México – Protocolo de actuación frente a casos de violencia laboral

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1 comentario en “Hablemos de microviolencias (aunque incomode)”

  1. Mira en retroalimentación, pienso que si esto ocurriera en otros países como Argentina o tal vez Dinamarca no pasaría nada porque ellos son muy fríos los mexicanos somos muy apapachadores y todo lo queremos hacer lindo, es decir, te veo al ratito.. en un momentito, etc. por otro lado, pienso que los mexicanos tenemos muy poca educación, se nos olvidaron las palabras amables que son por favor y gracias. Pero vuelva a lo mismo, le tenemos que agregar algo así como: gracias linda, por favor bonita… por lo menos eso hago yo cuando voy a solicitar algún servicio y quien me atiende, tiene cara de enojona, cuando le hablas así cambia un poco su actitud…. Sin embargo, no siempre estoy de ánimo para hablar tan bonito, pues simplemente cada quien tiene que hacer su trabajo y hacerlo bien, aunque no te digan por favor o gracias.
    Lamentablemente las nuevas generaciones así están acostumbradas, ni por error, puedes decirle a un niño, repítelo porque está mal , por el contrario, le tienes que decir mi chiquita para mañana, hazlo mejor…. Neta son mamadas porque así no son las cosas en la vida real.

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