Durante la sesión del miércoles 27 de agosto de 2025 en el Senado mexicano, una fuerte discusión derivó en un enfrentamiento físico entre Alejandro “Alito” Moreno (líder del PRI) y Gerardo Fernández Noroña (presidente de la Mesa Directiva), justo cuando los legisladores entonaban el himno nacional al concluir la sesión. Una vergüenza para todos los mexicanos.
A título personal, y con el afán de seguir el refrán “mal de muchos consuelo de tontos,” quise encontrar eventos similares en otros países deseando que nuestro país no fuera el único en distinguirse con este detallito. “Afortunadamente” encontré varios:
País | Fecha | Descripción |
México | 27 de agosto 2025 | Pelea entre “Alito” Moreno y Fernández Noroña tras sesión. |
Armenia | 8 de julio 2025 | Mp’s se pelean tras discurso. |
Italia | 12 de junio 2024 | Altercado violento durante votación sobre autonomía regional. |
Taiwán | 20 de diciembre 2024 | Choques con sillas, agua, ocupación del podio legislativo. |
Venezuela | 30 de abril 2013 | Diputados heridos tras negociación de palabras de la oposición. |
Brasil | 4 de diciembre 1963 | Senador dispara y mata accidentalmente a senador suplente. (sin video) |
Todos estos acontecimientos muestran a legisladores que sustituyen el diálogo por empujones, gritos e incluso golpes. Aunque los contextos varían —reformas legales, disputas por el poder, diferencias ideológicas o frustración por la falta de acuerdos—, existe un factor común: la incapacidad de transformar el desacuerdo en debate democrático. Cuando quienes están llamados a representar la voz ciudadana caen en la confrontación física, no solo dañan su propia investidura, sino que también erosionan la confianza pública en las instituciones. Estos actos, más que anécdotas pintorescas, son recordatorios preocupantes de cómo la crispación política puede desbordarse en violencia. Reprobar con firmeza este tipo de conductas no es un gesto moral, sino una necesidad democrática: el respeto, la negociación y la búsqueda de consensos deben ser la norma, pues de ello depende la fortaleza de nuestras instituciones y la credibilidad de la política misma.