Ciudad de México.- En un salón solemne, con las carpetas de trabajo apiladas y un aire de despedida en el ambiente, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación celebró su última sesión. No fue un adiós silencioso: cada intervención llevó consigo el peso de años de resoluciones que marcaron la agenda judicial en derechos humanos, libertad de expresión y justicia penal. La ministra presidenta Loretta Ortiz Ahlf, con voz firme pero visiblemente conmovida, recordó que el cierre de la Sala no es una derrota, sino un punto de inflexión. “Lo que dejamos es una forma de entender la justicia: cercana a la gente y atenta a su dignidad”, señaló, subrayando que el nuevo modelo judicial deberá ganarse la confianza ciudadana con hechos, no con discursos. El ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo, uno de los más veteranos en la Corte, habló sin rodeos: “Nos vamos con la frente en alto. La vocación y la dignidad no las define un cargo, sino el ejercicio diario del derecho”. Sus palabras arrancaron aplausos discretos, pero sentidos, entre los presentes. La ministra Ana Margarita Ríos Farjat aprovechó para mirar al futuro, aunque no ocultó su preocupación: “La desaparición de esta Sala es un cambio estructural profundo. Espero que quienes asuman ahora tomen lo mejor de lo que aquí se construyó”. Sus gestos y pausas prolongadas dejaron claro que el momento iba más allá de la formalidad.Con esta sesión, la Primera Sala concluyó una trayectoria que combinó resoluciones de alto impacto con debates internos intensos. A partir de septiembre, la SCJN operará con nueve ministros electos por voto popular, un formato inédito que pondrá a prueba la independencia y la eficacia del Poder Judicial. En el eco de esta última reunión, quedó la sensación de que más que una Sala, se despidió una forma de ejercer la justicia en México.
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